viernes, 21 de agosto de 2009

UNDERGROUND


Hay ciudades que, aunque pudiera parecer lo contrario, ya no existen. Uno las visita a destiempo, a contratiempo, y puede comprobar que ya no están allí los motivos que justificaban el viaje, que los tiempos, irremediablemente, han cambiado, que ciertas palabras conservan el sonido mítico que las hizo tan atractivas en el pasado, pero que nada parece estar ya en su sitio, en el sitio imaginado, y aunque todo se llama por su nombre ya nada parece como antes. Si hubo un antes, y una ciudad que ocupaba el espacio de ese antes, es asunto de dudosa certidumbre. Pero uno ha llegado hasta aquí respondiendo a una llamada (¿London Calling?) y ahora se ve en la obligación de observar las gentes, las cosas, los objetos, intentando encontrar una respuesta a una pregunta que aún se resiste, intentando encontrar explicaciones entre voces distintas que se dirigen a ti en un idioma que tú desconoces. En el lenguaje, piensas, quizás aún en el lenguaje... “Nuestro lenguaje –escribió Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas- puede verse como una vieja ciudad: una maraña de callejas y plazas, de viejas y nuevas casas, y de casas con anexos de diversos períodos; y esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos con calles rectas y regulares y con casas uniformes”. Pero el lenguaje te lleva hasta lugares donde también se confunden los signos, las señales, donde tampoco es posible resolver el enigma sencillo de esta historia. Y ya sólo te queda el consuelo de cantar, casi en silencio, la canción de las sombras que se asoman, de las marcas que te indican en las calles direcciones imposibles o insalvables, que te invitan a perderse en laberintos, en cenizas de recuerdos que se muestran en mensajes y edificios familiares, en galaxias que se enfrentan a tu paso y te hacen comprender reglas y juego: Abbey Road; Carnaby Street; Brixton. Y tú recorres estos nombres ayudado con una guía, con un mapa, porque la ciudad inexistente se ha convertido ahora en museo, y tu guía no es más que otro catálogo infame, el catálogo obligado de espectáculos, eventos, y exposiciones. Y como otros asistentes a la fiesta buscas hueco entre los escalones de la fuente de Eros, en Piccadilly, y miras los anuncios de neón hasta quedarte ciego. Y luego te encaminas hacia Camden Market, más al norte, y descubres la pirámide invisible que lo protege todo, la gran pirámide invisible protectora de todos los museos, el gran lugar sagrado donde descansan los objetos muertos. Porque hay ciudades que, aunque pudiera parecer lo contrario, ya no existen. Y la prueba más evidente es que, en lugar de vivir estas ciudades, uno las recorre con un mapa; que, en lugar de vivir estas ciudades, uno escribe sobre ellas; que en lugar de vivir estas ciudades, uno está aquí tan sólo para encontrar el muro, un muro que quizás esté aquí, en esta ciudad extraña, o en otra ciudad cualquiera. Hay ciudades que, aunque pudiera parecer lo contrario, ya no existen. Dejaron de existir hace tiempo, mucho tiempo; ya nadie las recuerda. Y dejaron de existir para siempre. Y una parte de ti con ellas.



Lancaster Court Hotel
202/204 Sussex Gardens
Hyde Park London W2 3UA
16-09-2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hace mucho que no vengo por aqui. Fuistes a Londres? espe