domingo, 25 de octubre de 2009

CARRETERA DEL TRUENO


Algunas canciones son como relámpagos ciegos. Algunas canciones son como anillos del tiempo que giran alrededor del cuerpo; como serpientes de memoria que se enroscan con una fuerza endiablada, asfixiándonos; como osos de los bosques que nos abrazan, tercamente, hasta perder la conciencia; como sombras voladoras que surcan por encima de nuestras cabezas, y que viajan con nosotros, de un lado a otro, y que nos persiguen obstinadas en los sueños, y en la vigilia, y en los tensos arrebatos de la huída. Cuando se habla de canciones se habla de encuentros, de aniversarios, de eternidades, y de objetos que permanecen con la extraña habilidad de la insistencia. “Puedes esconderte debajo de las mantas –escribe Springsteen en Thunder Road- y estudiar tu dolor”. Pero... Sí, puedes esconderte si quieres, o cerrar los ojos con fuerza, más allá del horizonte; pero siempre regresan las canciones. “Recuerdo estar escuchado esta canción en 1975 –escribe Nick Hornby en 31 canciones- y que me encantaba; recuerdo estar escuchando esta canción y que me encantaba casi lo mismo hace muy poco, hace unos pocos meses”. Thunder Road. Carretera del Trueno. “Pero en esta canción hay algo más –añade June Skinner Sawyer en Más duro que los demás-, cuando las notas lastimeras de una armónica abren la canción. ¿Cuál es el destino de ‘Thunder Road’? La tierra prometida, donde quiera que esté. ¿Se trata de un lugar físico? ¿O es producto de la imaginación? Springsteen no lo dice. Todo lo que sabemos es que está en alguna parte, en otro lugar. Y son estos sueños, que están en otro lugar, los que motivan a sus personajes y les permiten creer que quizá existe un lugar mejor. Ahí afuera. En alguna parte”. Porque algunas canciones son carreteras del odio, pero también motivo de esperanza. Porque algunas canciones sólo nos muestran la incógnita, ahora más nuestra que nunca, y viajan con nosotros, y nos persiguen; pero también nos protegen y nos nombran. “Puede ser que la razón por la que ‘Thunder Road’ se mantiene para mí –concluye Hornby- es que, a pesar de su energía y volumen y coches veloces y cabellos, consigue de algún modo sonar a elegía, y cuanto más viejo me hago más puedo escucharla. Y si es cuestión de eso, supongo que yo también creo que la vida es algo trascendental y triste pero que no destruye toda esperanza, y puede que esto me convierta en un depresivo que exagera su papel o puede que en un idiota feliz, pero en cualquier caso ‘Thunder Road’ sabe cómo me siento y quién soy, y eso, en definitiva, es uno de los consuelos del arte”.

domingo, 4 de octubre de 2009

DECONSTRUYENDO A DYLAN


Imagina, por una vez en tu vida, cómo fueron realmente las cosas. Haz el esfuerzo de imaginarte, la memoria como un desordenado laberinto, los sentimientos y emociones como golpes incomprensibles de placer o desconcierto. Y el texto se rebela entonces como un maldito misterio. Tú mismo, o tu propio personaje, apenas si te recuerdas. Y el juego se muestra como un estúpido enigma. Y, bueno, nadie te invitó a la fiesta. Y luego estabas allí, rodeado de gente, acumulando experiencias; y todo daba vueltas y vueltas y vueltas. Y alguien te preguntó qué hacías dejando constancia de todo aquello: los signos, las marcas; acumulando la crónica extraña de un viaje de ida y vuelta. Quizás, un día, Todd Haynes, escuchó cantar a Bob Dylan: “Don’t ask me nothing about nothing, I just might tell you the Truth”: “No me preguntes nada de nada, podría llegar a decirte la verdad”. Y pensó que tenía ante sí una excelente historia: mostrar el lado oculto de esa historia, el otro rostro de una moneda que, curiosamente, lleva la misma inscripción en sus dos caras. En I’m not there (2007), Todd Haynes filma una extraordinaria visión de las aventuras y desventuras del músico y poeta norteamericano, a través de personajes y claves de su vida y de su obra que conforman una versión sorprendente y cautivadora donde, como en la vida misma, nada es lo que parece. Un niño negro, de nombre Woody Guthrie, huido de su hogar, que recorre el país en tren como un vagabundo, inventando, una y otra vez, su lugar de procedencia, cantando canciones de la depresión del 29’ y de los sindicatos de la época, y que sólo tiene en mente una ineludible certeza: triunfar en el mundo de la música. Un músico folk, que se convierte en emblema de su generación y de su época, y que se transforma en evangelista. Un poeta, Rimbaud, que declara ante la Justicia en el incomprensible idioma de los poetas. Un actor mujeriego siempre en la carretera. Un joven andrógino (Cate Blanchett) estrella del rock, que abandona el folk provocando un cataclismo (inolvidable la escena en la que un enfurecido Pete Seeger’s intenta, con la ayuda de un hacha, acabar con la diabólica electricidad en el Newport Folk Festival) y luchando constantemente consigo misma y con su entorno. Un fugitivo, ya viejo y cansado, milagrosamente vivo, que vuelve a escapar de nuevo... Y Bob Dylan, supongo que en todo ello, Bob Dylan. Pero, ¿quién es realmente Bob Dylan? En Herencias de Derrida, Cristina de Peretti, a propósito de la “deconstrucción” y del concepto de “espectro”, escribe: “El espectro, al igual que la ceniza, el resto o la ruina, queda, permanece, pero también puede desaparecer. El espectro no está ni vivo ni muerto o, mejor dicho, está vivo y muerto a la vez; su forma de existir (sin existir) no se deja, pues, asimilar con la existencia, como tampoco su forma de estar en un lugar sin ocuparlo se deja reducir a una simple dicotomía de presencia/ausencia; finalmente, su forma de ver sin ser visto, de acechar, entraña inevitablemente la posibilidad de que el espectro sea siempre otro radicalmente distinto, lo cual -además de resultar, si cabe, todavía más alarmante- contamina definitivamente la ya de por sí maltrecha identidad del espectro”. Seguramente Todd Haynes, cuando filmó I’m not there, no estaba pensando en la deconstrucción o en Derrida. Pero dio vida a un personaje tan imprevisible e inquietante que, como todo bajo el prisma de Derrida, ya estaba allí y, a la vez, estaba por llegar todavía. En un completo desajuste del tiempo, del presente, del acontecimiento. En una deconstrucción permanente. Docenas y docenas de la mejor poesía norteamericana de todos los tiempos hacen posible que todo sea posible, que todos los sentidos esperen su momento, y que sólo se nos muestre lo imposible. Curiosamente, hace unos días Dylan fue detenido por la policía de New Jersey después de que los vecinos denunciaran la “actitud sospechosa de un viejo con aspecto excéntrico y desaliñado”. La agente que lo detuvo no lo reconoció y se lo llevó en la patrulla policial. “Like a complete unknown”, como reza la letra de su tema “Like a rolling stone”. Bob Dylan fue detenido y debió pasar por una humillante situación en New Jersey, donde se encontraba tras dar un concierto con Jhon Mellencamp y Willie Nelson. Estar en un lugar sin ocuparlo no deja de tener cierto riesgo. Lo que nunca sabremos del todo es si la policía detuvo al verdadero Bob Dylan. O al misterio inefable de Dylan. O al espectro inquietante de Dylan.