domingo, 15 de noviembre de 2009

LA PALABRA, LO INEFABLE


Es la tensión que apunta al límite. Es la intuición oscura que anuncia una presencia, una necesidad, un deseo. Avanzamos por el pasaje del silencio, pero lo hacemos con prisa, a la carrera, y lo dejamos atrás convencidos de que todo (o casi todo) puede y debe ser expresado. ¿Quién, y qué, o el qué, debería quedar fuera del límite, al otro lado, si somos nosotros precisamente los que damos vida, de una manera u otra, a lo que queda dentro, y nos da nombre, y a lo que queda fuera, y nos inquieta? Lo inefable es aquello que no puede ser expresado con palabras. ¿Cómo entonces? En la tensión que apunta al límite, podemos expresarlo todo: lo que pensamos, imaginamos; incluso lo que soñamos. Y seguro que intentaremos, llegado el caso, expresar lo inexpresable con palabras. Y será nuestra expresión lo más aproximada posible a lo expresado; y lo inefable se mostrara, desnudo, ante nosotros. Y quizás luego se oculte de nuevo, durante un tiempo. Y quizás regrese, con nosotros, al pasaje del silencio. Lo inefable, como bien sabía el primer Wittgenstein, quedaba justo al otro lado del límite. Y sobre ello, paradójicamente, sobre lo más importante, no nos dejaba otra salida que el silencio. “De lo que no se puede hablar –escribió Wittgenstein- hay que callar”. Pero, en verdad, ¿cuándo calló Wittgenstein en su tarea de mostrarnos aquello que, precisamente, no debía de ser nombrado con palabras? Lo que no podía ser expresado con palabras, se expresaba, curiosamente, con ellas (ya desde el propio prólogo del Tractatus). Y nosotros entendíamos perfectamente el mensaje. Y lo inefable permanecía inalterable, aunque mucho más familiar, mucho más cercano. A su manera poética, así lo expresa Jaime Siles en su poema Conversación con Wittgenstein: “¿Qué es lo expresado? Esto: lo inexpresable. Porque lo inexplicable es lo único que nosotros podemos expresar. Lo demás, como sabe muy bien, sólo es lenguaje”. Y es que, quizás, el lugar apropiado para lo inefable sea el arte. “El juego de lo inefable”, como lo definió un día el artista conceptual Joseph Kosuth. Por ejemplo, 4’33’’, de John Cage, sería una descripción posible del silencio que, en ocasiones, asociamos a lo inefable. Pero el poeta, mientras tanto, prepara su corazón a manera de una página en blanco donde la divina sabiduría formará los caracteres que traspasarán el límite. Y seguro que intentaremos, llegado el caso, expresar lo inexpresable con palabras. Y será nuestra expresión lo más aproximada posible a lo expresado; y lo inefable se mostrara, desnudo, ante nosotros. El gran maestro murciano Ibn Arabi, desde la mística sufi, lo expresó, ciertamente, de esta manera: “No calla quien calla, solamente calla quien no calla”.

4 comentarios:

pini dijo...

El silencio que no precede a la palabra, sino el silencio como expresión divina, suficiente, cerrada.
Me encanta, Enrique.
Como siempre, tu secretaria.

Enrique Bustamante dijo...

Gracias, secre, como siempre. Tú que conoces mi verdadero silencio.

Caléndula dijo...

¨Juego¨ es lo que está ¨entre¨ como el juego de los bornes. Allí en el ¨entre¨ del juego de las palabras está ¨la palabra¨ la que dice algo más, nunca todo, de lo que nos tortura y no podemos expresar.

Oh maravilla del lenguaje: ahora descubro que sinónimos de bornes son palabras tales como: extremo, límite, final, terminal.

Es así, siempre presionando el límite, como caen sentidos inesperados.

Por eso a los artistas siempre se los encuentra en esos lindes.

Muy bueno su blog Enrique.

Enrique Bustamante dijo...

Gracias, Calendula. Y bienvenida a Cruce de Caminos.