domingo, 8 de noviembre de 2009

CARTOGRAFÍAS


Lo primero fue desempolvar la vieja metáfora del explorador para dar cuenta de una imagen o un concepto a tener siempre en cuenta: “Imagínate que llegas como explorador a un país desconocido con un lenguaje que te es completamente extraño. ¿Bajo qué circunstancias dirías que la gente de allí da ordenes, entiende órdenes, obedece, se rebela contra órdenes, etcétera? El modo de actuar humano común es el sistema de referencia por medio del cual interpretamos un lenguaje extraño (IF I, 206)”. De acuerdo que, el primer viaje, quizás el más importante, es un viaje interior, un viaje íntimo, secreto; pero ya podía explicarle a Atxaga que el explorador se encontraba ahora en un excelente estado de ánimo; y que aquel metro cuadrado de tristeza que todos ocupamos en determinadas circunstancias era en este momento un espacio de concentración y de calma; y que podía decirse, sin temor a equivocaciones, que las cosas habían cambiado de manera concluyente. El explorador se observaba y luego salía al exterior, a tomar el aire fresco, con su cuaderno de notas y la energía del conocer intacta. Y hacía los viajes y traslados que consideraba oportunos en busca de ejemplos o en busca de las reglas que utilizan otros exploradores. Exploradores que quizás hicieron su primer viaje interior, íntimo, secreto; pero que un buen día decidieron salir al exterior y compartir su experiencia con los demás exploradores. El resultado de los trabajos era una cartografía completa de la condición humana: “testimonios de hombres y mujeres concretas, cuya vida concreta –en tiempos y lugares no menos concretos- otros hombres y mujeres fueron a conocer de cerca. Seres humanos estudiando seres humanos, conociendo y dándose a conocer, recolectando tecnologías y sabidurías ajenas y lejanas, aprendiendo de gentes que siempre sabían más que quienes les estudiaban”. Y el conjunto nos mostraba el sentido de esos días irrecuperables posándose como una bandada de pájaros imaginarios. Y todo ello nos dejaba en compañía de la sabiduría infinita y de la duda cotidiana, de la extraña sencillez del día a día y de la magnífica familiaridad de lo exótico. A algunos de estos exploradores se les reconoce como “antropólogos”. Claude Lévi-Strauss era uno de ellos. De acuerdo que, el primer viaje, quizás el más importante, es un viaje interior, un viaje íntimo, secreto; pero luego se sale al exterior, a tomar el aire fresco, y el mundo se muestra al descubierto. Y se viaja en sus sendas con la eterna sensación de lo infinito. Y se descubre el sonido de la música exacta del tiempo. Y se desvelan ejemplos, paisajes, preguntas y reglas. Y se comparten caricias, poemas, miradas y espejos.

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