domingo, 26 de julio de 2009

SHENANDOAH


Viajando. Un viaje oculto dentro de un viaje, antes de un viaje, después del viaje. Trozos de vida repartidos en conceptos, en objetos, en fotografías; restos de imaginación para traslados imposibles, países inexistentes, continentes falsos. Y, sin embargo, viajas en busca de ese espíritu que no tiene nombre; y esta vez lo quieres cerca, muy cerca, lo más cerca posible. Y quieres que te posea como esa roca redonda y viajera que es su santo y seña, como esa roca que se escupe con orgullo en los momentos amargos, como esa roca que se celebra bendecida en los días de gloria, en la memoria de los días pasajeros, en la ceremonia de la autopista infinita, en el sabor inolvidable de un beso. Viajando. “Las vísperas del viaje –escribió Borges en su Atlas- son una preciosa parte del viaje”. Aunque yo no estoy seguro de si estoy haciendo el equipaje, ahora, o es él, como un fantasma, quien me hace. Extraños recuerdos, oxidados, cuando abro la vieja maleta, desde no se sabe cuando. Trozos de vida que se muestran en conceptos, en objetos, en sombras desconcertantes. Y que se unen, absurdos, a las piezas elegidas para este nuevo viaje. Y que traen al presente, a la memoria, un aroma a caricias extranjeras, un perfume aún caliente a rosas rojas y secas: una guía de una ciudad en la que estuviste hace años; una pinza para el pelo de una mujer que se despidió a tiempo; un libro de poemas que dejaste allí, olvidado, porque quizá te enseñó la verdad terrible del cuento. Viajando. La caja de especias de la tierra. Leonard Cohen: “Eres valiente”, le dije a la Bella Durmiente, al subir esos escalones hasta mi casa, “pero siento que tu hombre, El Príncipe Beso, se haya ido”. “Tú no entiendes del cuento que soy”, dijo ella, “los dos sabemos quién vive en el jardín”. “Pero, a pesar de todas las noches siguientes, nunca supo llamarme Bestia o Cisne”. Y cuando cierras el libro te cortarías un dedo o te beberías el océano. Y al final dejas el libro en la maleta, al fondo, al lado de otros libros; y vuelves a pensar en el espíritu, en el viaje: en esa guía inservible de una ciudad misteriosa; en esa pinza del pelo de una mujer que no existe. “Los objetos más prosaicos –escribe Jorge Santayana, en Filosofía del viaje-, las gentes y los incidentes más corrientes, vistos como un panorama de movimientos coordinados, de viajes perpetuos de día y de noche, a través de cien tempestades, de miles de puentes y de túneles, adquieren una grandeza épica, y el mecanismo se mueve con tanta agilidad que parece vivir. Es tan subyugador para mí como las proas que parten el agua, las ruedas que giran, los planetas que se remontan en el cielo, y luego descienden, cosas todas ellas que no tienen vida en sí, pero que son amigas de la vida y nos prometen seguridad en movimiento, fuerza en el arte y novedad en lo necesario”. Viajando. Un viaje oculto dentro de un viaje, antes de un viaje, después del viaje. Trozos de vida que se muestran en conceptos, en objetos, en sombras desconcertantes. Y que se unen, absurdos, a las piezas elegidas para este nuevo viaje. Y que traen al presente, a la memoria, un aroma a destinos inverosímiles, un aliento rebelde que se funde con el mundo, un perfume aún caliente a carne joven y fresca.

(Según Brice Matthieussent “El espíritu rock” sería transhistórico, irrigando no sólo a ciertas obras trascendentes de la literatura anglosajona reciente, en armonía con el contexto musical rock de su época, sino también a libros mucho más antiguos. De este modo, cogidos en un bucle temporal a la Philip K. Dick o a la Lewis Carroll, estas ficciones o estos poemas habrían a su vez sufrido la influencia del rock... Cita Matthieussent, entre otras obras, el Tristram Shandy de Laurence Sterne, En las puertas de la percepción de Aldous Huxley, o en el resplandeciente Matrimonio del cielo y el infierno de William Blake. “¿Y, porqué no –se pregunta Matthieussent-, en la novela fundadora de la literatura norteamericana que es Huckleberry Finn de Mark Twain...?”. “En su última novela –escribe Matthieussent- Mason y Dixon, situada en la América prerevolucionaria de fines del siglo XVIII, Thomas Pynchon celebra el nacimiento de la lengua norteamericana, -fluida, caprichosa, vigorosa, arrebatada, imaginativa, espontánea- en resumen, barroca, así como la emergencia de una nueva música inaudita en la que “los aires populares se convierten en cánticos, y las canciones para beber en himnos (...). ¿No es acaso el Ritmo mismo de las Máquinas, el Clamor de los Molinos, el Vaivén de los Océanos, las Rocas que ruedan?, y bien, si uno desea darle un nombre... - ¡Rock and Roll!, exclama De-Pugh”. Para Pynchon, el rock no nace ni con Chuck Berry, ni con Elvis Presley, sino hacia 1770 y, al mismo tiempo, nos asegura, que los Estados Unidos, el ketchup y la pizza inglesa...”)

(Shenandoah es una palabra nativa de los indios de Norte América cuyo significado ha sido muy discutido. Entre las diversas traducciones dadas podemos encontrar: “hija de las estrellas”; “el ciervo en el bosque”, nombre de uno de los jefes de los indios iroqueses; o “el río que corre a través de elevados cerros y montañas”. También se dice que el término Shenandoah tiene su origen en la lengua de los indios algonquinos, en la que significa “hermosa hija estrella”, “la corriente bordeada de abetos” (picea) o “la vasta pradera”. Otra de las teorías dice que el Valle Shenandoah, en Virginia, fue bautizado con este nombre por Jacob Oliver Roads, “hija de las estrellas”, y la explicación sería los intereses de éste en el carbón de la zona).

3 comentarios:

pini dijo...

cuál sería la palabra adecuada? No lo sé, porque lo tuyo es como agua que brota de una roca debajo de la cual hay sólo otra roca. Cada palabra es un milagro que nutre al siguiente.
No sé expresarme como quisiera. Apenas si sé que algo es bueno porque lloro cuando lo veo, cuando lo leo, cuando lo escucho, cuando lo toco.
Y te leo y lo veo a Bruce y luego escucho su música, y lloro.
Enrique, nunca me equivoqué en pensar que vos eras my boss en la pequeña librería imaginaria.
Te deseo el mejor de los viajes y que te dejes llevar, porque siempre hay algo bueno que nos espera en un nuevo puerto.
Un abrazo con afecto sincero y la admiración de siempre.

Enrique Bustamante dijo...

Pini: siempre has sido muy generosa conmigo. Y la librería imaginaria, sin ti, no tiene ningún sentido. Leo tu comentario y tampoco encuentro la manera de expresarme. Mejor el silencio, que también “dice”, a su manera. Lo que estoy pensando ahora, te lo diré en el momento oportuno; no tardando mucho. El próximo sábado, cuando vea a Bruce, en Valladolid, y me envuelva en su roca, trataré de que parte del espíritu viaje hasta tu regazo. El sábado, cuando notes extrañas vibraciones recorriendo tu cuerpo, intenta pensar que eres Wendy, aunque sea por un momento. Yo estaré gritando con fuerza, no lo dudes. Y te haré un huequecito en la ceremonia, ¡no sé!, de alguna manera. Yo también te deseo lo mejor, como siempre. Ya sabes que nunca te olvido.

Un abrazo.

Cheryl dijo...

Great!