miércoles, 30 de julio de 2008

OSCURA BELLEZA

Iba a cometer un pecado e informe de ello a mi secretaria. Una llamada telefónica. Mi secretaria, por su parte, eficaz y brillante como siempre, me confesó que ella ya se encontraba pecando: una cerveza helada, en un bar irlandés, en el centro de Buenos Aires. Mi secretaria sabía que mi pecado era tan sólo una metáfora, una forma de expresar que andaba dándole vueltas al tema del sentido de la vida; que mi pecado, como el suyo, carecía de importancia. Aun así, tenía interés por conocer su opinión y decidí llamarla. Al escuchar su voz comprendí que la razón de la llamada se hallaba en otra parte; que era otro el motivo de la llamada. La tarde, cuando ella colgó el teléfono, murió de oscura belleza. Y yo volví a la lectura como quien vuelve a casa después de una terrible tormenta. Para entonces, Marc Hendrickx había llegado a la conclusión de que hasta el infierno está podrido de arco iris. Y Leonard Cohen acababa de instalarse en Tennessee, en una destartalada granja en medio del campo. Leonard Cohen. Un buscador de la verdad, es el título de la biografía del poeta canadiense escrita por Marc Hendrickx y publicada por Editorial Milenio. Como la tarde iba de pecados y estos me arrastran, irremediablemente, tarde o temprano, a una sensación o sentimiento de culpa, me sorprendió leer lo que Cohen opinaba sobre el tema: “Pienso que la culpabilidad es un excelente indicador de estar haciendo algo mal. Debería ser estudiada, abrazada, analizada y bendecida. Como ser consciente no puedes ni debes huir de ella”. Al parecer, muerta de oscura belleza, la tarde no ofrecía ningún tipo de consuelo. Menos mal que mi secretaria, a la altura del mejor de los poetas, aprovechó lo que quedaba de tarde para dejarme un mensaje en el buzón del correo electrónico: “Sobre el pasado –decía mi secretaria- hay que desplegar un manto de piedad hacia nosotros mismos”. Cuando se instaló en Tennessee, dejando atrás la isla griega de Hydra, y tras hacer un alto en el Chelsea Hotel neoyorquino, Cohen tenía el espíritu devastado. Mentalmente sufrió un colapso del tipo que mucha gente no supera. Creo que mi secretaria, de haber conocido a Cohen en ese estado, le hubiera aconsejado lo mismo. ¿Enfangarse sin sentido en el sentimiento de culpa? Estoy convencido de que Cohen, a lo largo de su vida, ha debido modificar su idea sobre este asunto; es algo que ha hecho muy a menudo. Aunque desconozco cuántas veces en su vida ha cambiado de secretaria. Mi secretaria pertenece a la sagrada orden de las Hermanas de la Misericordia. Cuando no te sientes un santo y tu soledad te dice que has pecado, ellas se acuestan a tu lado y tú te confiesas ante ellas. Tocan tus ojos y tú tocas el rocío impregnado en sus dobladillos. Si tu vida es una hoja que las estaciones arrancan y condenan, ellas te atan con un amor tan delicado y fresco como un tallo. Las Hermanas de la Misericordia (Sisters of Mercy, un delicioso poema de Cohen; espero que Cohen me perdone por tomar prestado su espíritu y su letra) aún no han desaparecido. Yo también estoy un poco colgado. Y cuando creía que ya no podía seguir, ellas me dieron su consuelo.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

cómo dejar un comentario a un texto perfecto, iluminado? imposible.

Enrique Bustamante dijo...

Has dejado un comentario, anónimo, y yo te lo agradezco. Gracias por tu comentario. Un saludo.

C.Martín dijo...

Te visito y como un pellizco asoma la lejanísima ya en el tiempo isla de Hydra a la vez que estoy terminando una novela americana con Grecia en el origen.
Oscuros senderos los del recuerdo y la coincidencia, tan fantásticos como aterradores..., no me importaría nada volver.

(los cruces de caminos es lo que tienen, que coges el que más te apetece, yo es que en cuanto me descuido soy un poco transversal :-)

Bonita casa.

Enrique Bustamante dijo...

Hola, C., mucho tiempo si tener noticias tuyas. Oscuros senderos los del recuerdo. Sí, tienes razón. Espero que sigamos encontrándonos en esta tierra de nadie, en este cruce de caminos, y que vuelvas a contarme tus historias. Siempre me resultaron de ayuda. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Querido Enrique, el título de este tu nuevo espacio, me gusta mucho. Así es el título de uno de los libros de ensayo de García Ponce, justamente: Cruce de caminos.

Un abrazo para ti, y aquí estamos y estaremos.

Enrique Bustamante dijo...

Otro abrazo para ti, Magda. Y gracias por visitar mi página. Seguiremos haciendo lo único que sabemos. Y seguiremos encontrándonos, eso seguro.

María de Herem dijo...

Un cruce de caminos para mí significa enfrentarse a los mares de la posibilidad. Como aquella mujer de la limpieza del cuento de Saramago, uno sale por la puerta de las decisiones y prueba suerte a elegir el barco que le gusta y entonces acierta. La culpa es sana cuanto sacude al amor propio y lo estimula. Todas las demás son o truco o trato. Alguien te ha puesto caramelos en la mano y no es Halloween. Bonito tema. No lo conocía. Lo escucho ahora. Pero no me llega y que raro porque él suele ser que sí. Será porque yo no tengo secretaria.