miércoles, 23 de julio de 2008

CONVERSACIONES

El tipo subió al tren de cercanías en la estación de Atocha. Yo estaba inmerso en la lectura de la Philosophical Foundations of Neuroscience, de Maxwell Bennett y Peter Hacker (ya saben: un texto sobre las confusiones conceptuales habituales en las descripciones de los avances en materia de neurociencia cognitiva). El hombre iba acompañado, aunque yo, en principio, no noté su presencia, porque estaba justo de espaldas a la puerta de entrada. De repente, el hombre exclamó en voz alta: ¡la gente lleva más gente en los bolsillos! Y yo me quedé perplejo, sorprendido, paralizado: aquella era una buena frase; no me pareció una frase corriente en una conversación corriente; parecía, en cambio, un verso libre escrito en un distraído poema cotidiano; aquella era, sin duda, una manera distinta de expresarse. Cuando el ferrocarril se puso de nuevo en marcha, yo seguí con la lectura de las consideraciones de Bennett y Hacker (ya saben: sentido y sinsentido; mente, cerebro, y lenguaje); pero no pude evitar que la indiscreta frase se me colara, a menudo, entre los huecos del texto. Y que asomara, insistente, entre línea y línea, de estación en estación, hasta el final del viaje.

1 comentario:

María de Herem dijo...

Las impresiones de los momentos son persistentes. Y algunas son como musas mismas. Tienen voluntad propia. El alma es receptiva a esas impresiones.