domingo, 5 de julio de 2009

DIAMANTE


Mejor así, ¿verdad? Un enigma, como un juego de niños, para poder inventar un mundo. Un enigma, como una ceremonia, o un ritual inocente, para poder expresar la vida. Estaciones, y trenes, a la hora prevista, con besos y flores secas; y habitaciones de hotel con terraza. Y la ciudad a nuestros pies, abajo, caliente, nerviosa, como un laberinto de piedra donde se esconden las palabras. Imágenes del tiempo que ha pasado y que ahora se vuelven extrañas, confusas, borrosas, porque las cosas son así, extrañas, confusas, borrosas. Y nos pasamos la vida intentando responder a las preguntas. Y nos pasamos la vida jugando en habitaciones insólitas, desconocidas, o entre la multitud exaltada que celebra el hedonismo de la carne, orgullosa, al descubierto, y la locura violenta de la música. Estaciones, y trenes, a la hora prevista, con besos y flores secas; y juguetes de papel con letras, amables, profundas, para seguir leyendo. Imágenes del tiempo que ahora se vuelven pasado, presente, futuro, en un círculo mágico, secreto, que siempre regresa a su centro. Para volver a girar de nuevo cuando menos lo esperamos; para dejar a todos en su sitio, de nuevo, extrañados, volteando al borde mismo del abismo, o en esa metafísica o poética del eterno retorno. Y sudamos perlas de mercurio, en el baño turco, mientras las imágenes vuelven. Y las imágenes vuelven porque sólo tu deseo es más fuerte, y sabes que deseas ese aliento, o que ese aliento te desea. Y todo da vueltas y vueltas en el viejo hammam de la memoria. Y todo da vueltas y vueltas, mientras llueve en nuestros cuerpos, y yo la siento cercana. Y todo da vueltas y vueltas, mientras llueve en mi memoria, y deseo empezar de nuevo. Mejor así, ¿verdad? Un enigma, como un juego de niños, para inventar un mundo. Un enigma, como una ceremonia, o un ritual inocente, para expresar la vida. “Debes dar vida a tus imágenes –escribió Rainer Maria Rilke-. Son el futuro esperando venir al mundo... No temas su extrañeza. El futuro debe entrar en ti mucho antes de manifestarse”. Y unos ojos, pequeños y curiosos, que me miran a los ojos, y que ahora serán para siempre. Y unos labios, que ahora beso en el vacío, en la añoranza, cuando la soledad me llama. Y unas manos, unos dedos delgados y afilados, que acarician el regalo de los dioses, mientras diamante se estremece.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En toda historia siempre hay una parte que queda en blanco, cuando un momento se bifurca y se convierte en dos momentos y entonces la persona sólo puede pertenecer a uno de ellos. Es él y su momento. Detectar y recordar ese momento es función de uno solo. Por ejemplo, el momento en que empieza a amanecer sobre una determinada ciudad, con un sol que sobre la línea que forman los edificios a lo lejos, muestra sus primeras señales coloreando el cielo. Y esos colores, a medida que se hacen más intensos, hacen pensar en un planeta girando a velocidades atroces, recorriendo un camino macado y perfecto en el que nosotros, misteriosamente inscritos, pensamos y tenemos conciencia. Todo esto se puede pensar sentada en la silla de una terraza y soportando con gusto el frío de la mañana, frío que puede recordar a otro frío que era también agradable. Y antes de que el sol asome por completo, de que el enorme planeta gire aún mucho más, se puede sentir el deseo de hacer participar a otro ser de ese momento, sacarle de su momento y volver a crear un único momento. Pero el momento de la atmósfera oscura del sueño es difícil de abandonar. Los ojos pueden estar velados cuando una mano los acerque al espectáculo, y afirmar sin estar viendo. Y entonces se puede ser más consciente que nunca de los momentos ajenos y tener una prueba irrefutable de que no siempre es posible la creación de momentos comunes. Aunque se mire a alguien que duerme fijamente a los ojos será imposible saber lo que ocurre allí, bajo los párpados. Tampoco se podrá saber qué ocurre mirando por esa terraza hacia abajo, entre los últimos participantes de la noche que discuten por algo en las más remotas esquinas de la ciudad. Y entonces se puede uno dar cuenta de que sería necesaria más que nunca una teoría de los momentos que los defina y acote, del mismo modo que existe por ejemplo una teoría celular que describe cuándo una célula se multiplica o divide. Saber cuándo y por qué uno está destinado a un único momento del que es imposible escapar, sea un momento solitario o un momento en común de los que nos hacen enormemente felices.
Un abrazo.