viernes, 19 de junio de 2009

EL SECRETO MEJOR GUARDADO


He entendido que no cruzaré línea alguna. Hay una línea recta que es, a la vez, límite y frontera, y por ella camino. A veces parece que lo hago sobre un alambre fino, a punto de quebrarse, como un equilibrista, y a veces cruzo a un lado u otro lado con la curiosidad nerviosa de un niño. Mi visión de las cosas, entonces, se parte en dos y, en ocasiones, me ataca la inquietud, la desazón, el desasosiego; pero nada parece que pueda llegar a descifrar el enigma. Vivo así con ello, entre la razón de las luces y las sombras de la noche. Y busco la intensidad de un amanecer inverosímil donde pueda convencerme a mí mismo que puedo comenzar de nuevo y descubrir la vida. La oscuridad, sin embargo, es un falso espejismo que se cura con la ayuda de una inteligente conversación y de un cálido abrazo. Hasta llegar hasta ello, hasta llegar hasta ese lugar donde uno se debate entre un estado de extrañeza y la lucha por superar dicho estado; hasta llegar a ese lugar donde no se trata de ser fiel a nuestro “yo”, sino al “yo” que aún no somos y que únicamente conoceremos por medio de la presencia del otro, en el otro, que nos concederá una medida más exacta de nuestras posibilidades, sólo hace falta seguir la única línea recta, la línea de la autopista. Y luego dejarse envolver por el juego encantado de la delgadez de los cuerpos y de la unión elemental de los sentidos. Y luego jugar al juego que con el habías soñado antes, mucho antes, y que ahora se hace realidad y desnudez a un mismo tiempo. Después, más tarde, desaparece como siempre la ceniza de los ojos y éstos vuelven a tener la luminosidad de aquellos que saben y esperan lo imposible. Y hay que encender un cigarrillo, y escuchar la música; y las hebras del tabaco resbalan por los labios todavía húmedos, mientras todo el humo compartido inunda los pulmones de estelas de un placer desconocido y de un polvo de estrellas llameantes y nubes de artificio. Luego, yo me quedo mirándola, observándola, y pienso en la extrañeza, la fantasía, lo cotidiano. Mientras la miro, mientras mis ojos recorren las curvas delicadas de su cuerpo, me pregunto: ¿Por qué cuesta tanto desprenderse de la belleza? ¿Por qué esta criatura me lo da todo, absolutamente todo, a cambio, apenas, de nada? Y entonces, yo debería leer un poema, de un libro de poemas que ha viajado hasta allí conmigo: Buda y otros poemas, de Jack Kerouac. Pero debo volver a la autopista y el lugar, además, no es el apropiado. Así que lo leemos en silencio, y yo estoy a punto de besarla, y lo dejamos todo, porque todo lo que llega hasta un final procede de un principio. Escrito originalmente en francés, y traducido al inglés por Allen Ginsberg, el poema es de un tal Jean-Louis Incogniteau, y dice: “Mi muy amada cuya voluntad es la de no amarme: Mi propia vida que no puede amarme: Yo seduzco a ambas. Ella con mis besos redondos... (En la sonrisa de mi amada la aprobación del cosmos) La vida es mi arte... (Escudo frente a la muerte) Por lo tanto vivo sin castigos. (¡Qué infeliz teodicea!) Uno no sabe. Uno tiene deseos. Que es la suma”. Mientras la miro, mientras mis ojos recorren las curvas delicadas de su cuerpo, me pregunto: ¿Por qué cuesta tanto desprenderse de la belleza? Uno no sabe. Uno tiene deseos. Hay una línea recta que es, a la vez, límite y frontera, y por ella camino. A veces me encuentro con serpientes, venenosas, y a veces me encuentro con diamantes. Y sigo caminando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Enrique

Me encanta lo que has escrito, estas hecho un gran poete. Estoy escuchando a Leonard Cohen en la tele, bebiendo un vaso de vino y tus palabras son perfectas..En Agosto dejo la autopista, y me subio al avion y espero verte y romper el espejismo con un calido abrazo y conversacion, espero que inteligente.

Muchos besos

espex

Anónimo dijo...

Hola Enrique: me ha gustado mucho tu texto, me ha parecido muy bello y me ha resultado muy agradable de leer. Sin embargo, hay una frase que me ha hecho gracia en cierto modo y me ha resultado curiosa, y he pensado bastante en ella. Es esta: “¿Por qué esta criatura me lo da todo, absolutamente todo, a cambio, apenas, de nada?” Por un lado está el “darlo todo, absolutamente todo” y por otro el “a cambio, apenas, de nada”. Igual estoy equivocada, pero el darlo todo en las relaciones suele ser algo mutuo, quiero decir que por la otra parte también se podría tener el mismo pensamiento: ¿el que da todo no lo recibe también todo, absolutamente todo?
Por otro lado, eso de “a cambio, apenas, de nada” me sorprende mucho. ¿Qué se debería pedir a cambio en una relación humana? ¿No es más adecuado aceptar sin más lo que le quieran dar a uno? Epicteto tiene una anécdota que tiene que ver con esto aunque no directamente, pero me servirá para explicarme. Resulta que un joven lleno de adornos y “emperifollado” (dicen en la traducción), le pide a Epicteto que hable; digamos que quiere escuchar oír hablar a un filósofo tan conocido como era éste. Pero Epicteto no tiene ganas, piensa que ese joven está más pendiente del ornamento y de la ilusión que de otra cosa. Digamos que no le inspira a hablar, y aconseja en las Disertaciones que cuando se quiera oír hablar a un filósofo, no se le pida que hable, sino que se muestre una buena disposición a escuchar. Pienso que en las relaciones humanas es lo mismo, La buena disposición, el estar receptivo, creo que es lo mejor que se le puede ofrecer a alguien. Y desde luego en el amor ya lo dejó claro E. Fromm en su libro más famoso, que el amor consiste mucho más en dar que en recibir.
Últimamente he pensado bastante en una cosa: los seres humanos, además de construir casas, trabajar, tener hijos, crear poemas, inventar conceptos, etc, somos capaces también de crear momentos. ¿Te das cuenta de lo que significa crear un momento? Significa por ejemplo que en una tarde de domingo se pueda crear una situación llena de detalles agradables que se pueden recordar cuando uno lo quiera, y que no se van a olvidar nunca. Eso es una creación humana, es algo que no existía antes y que ahora existe, y eso no lo puede borrar nadie. Cuando la creación es conjunta es aún mucho más completa. Me fascina la idea de pensar en el ser humano como ser creador de momentos y no sólo como ser que vive.

Un abrazo.