domingo, 8 de marzo de 2009

LA TORRE


Aquello que me intriga parece no tener principio; aquello que me apasiona se alimenta de mi alegría, pero convoca al miedo. La extrañeza es una técnica imprecisa de aprehender el mundo; una sombra misteriosa que se apodera del mundo. Un mundo de objetos extraños habitado por criaturas extrañas. Un mundo inconmensurable donde lo extraño es lo común y lo común es lo extraño. ¿Has intentado, en alguna ocasión, entablar conversación con un desconocido? ¿Y regalarle flores a esa mujer que está a tu lado y que fuma en silencio el humo solitario de un recuerdo? Deberás acostumbrarte a experiencias como éstas, absurdas, y a otras experiencias parecidas. Cuando comienzas a investigar ya estás perdido, pero nadie impedirá que seas testigo. Luego, confesarás haber vivido y haber conocido, al menos, la magia inquisitorial o el fuego venenoso de un concepto. Y toda tu investigación se establecerá de tal modo que, como sugiere Wittgenstein, ciertas proposiciones, una vez formuladas, quedarán al margen de la duda; permanecerán en los márgenes del camino que recorre la investigación, extrañas, esperando que alguien las reclame. Como en La torre, de Leandro Erlich, unos miran desde abajo y sonríen divertidos ante el juego desconcertante de los espejos; la instalación confirma que los espacios comunes son los lugares apropiados para la investigación de lo extraño. La torre de Leandro Erlich es un edificio de pisos que funciona como un enorme periscopio. Y, una vez dentro, el sentido de la orientación desaparece, y lo que antes parecía vertical (un alto edificio decorado como un bloque de apartamentos) se convierte ahora en una caja horizontal que se asemeja a un pasillo. En la caja, las criaturas extrañas flotan, como astronautas, desafiando la ley de la gravedad. Pero tú bien sabes que se trata tan sólo de un juego, de un simulacro de espejos, y que el juego termina cuando se acaban los juegos. Cuando abandonas la torre tienes la sensación de haber asistido a una antigua atracción de feria. Y, aunque aún conservas la extrañeza, sabes que, en realidad, donde se desorienta la percepción es afuera, lejos del simulacro, en la vida. Y que no necesitas espejos, ni simulacros, para saber que lo extraño se refleja. Y que debes seguir explorando, indagando, investigando, porque algo no encaja, o es mentira.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Sublime. Hay personas a las que la extrañeza intimida. A mí me cautiva. Y sí, he probado con desconocidos y con flores y también fue sublime. No siempre pero a veces acerté. Me aseguran que un día lo mío resultará letal. Pero para mí la extrañeza es íntima. Y lo familial extraño. Saludos Enrique .~)

Ah, sobre el poder y el tabaco... ídem.

Enrique Bustamante dijo...

La extrañeza, sí. Aunque quizás también pudiera utilizar otro concepto. Aunque quizás lo utilice, más adelante, porque ese es el motivo de la investigación y ésta está ya en marcha. Pero no anticipemos acontecimientos. Y, sí, lo familiar, quizás, lo más extraño de todo. Saludos, María.

Anónimo dijo...

¡Hola Enrique! ¡Por aquí seguimos!

Menos mal que hay algo extraño en lo familiar, que algo no encaja. Es de agradecer, si uno lo mira bien.

Un abrazo,
Daniel.

Enrique Bustamante dijo...

¡Daniel! ¡Cuánto tiempo! Celebro que, de nuevo, nos encontremos. Voy a echar un vistazo por tu nueva bitácora a ver si algo me extraña o no me extraña (es broma) Que me alegro de que sigas en esto, Daniel. Un fuerte abrazo.

María de Herem dijo...

Días y días fuera de la Red. Con mucho retraso en todo. Luego regreso, que ahora me voy a comer. Saludos Enrique .~)