¿Cuánto dura el tiempo? ¿Cuántos segundos pasan desde ese momento mágico en que los labios se unen, y los cuerpos se entrelazan, y ese instante de extrañeza en que un muro, infranqueable, separa labios y cuerpos, aleja para siempre lo que estuvo unido y ahora se distancia? ¿Qué sentido tiene la salud y la enfermedad cuando aún se es joven? ¿Qué sentido tiene suicidarse a los 23 años, en la cresta de la ola, con toda una vida por delante? Macclesfield, Manchester, 1975: Ian Curtis sueña con parecerse a David Bowie y lee de memoria poemas de William Wordsworth. Ian mira, a través de los cristales, y acaricia con dulzura la pequeña mariposa de papel que vuela a través del espejo. Cuando se tienen 20 años la velocidad es una cuestión de honor, una regla, y la sensibilidad extrema un peligro amenazante, un riesgo. Cuando se tienen 20 años y todo lo que te rodea te provoca extrañeza estás comenzando a transitar, sin ser consciente de ello, caminos sin retorno. Control, Ian, Ian Curtis. Alguien, de repente, pierde el control a tu lado, delante de ti, allí mismo; y comienzas a entender que algo inexplicable ataca a las personas por sorpresa, cuando menos te lo esperas; y te transforma en un ser vulnerable, y te convierte en extraño. La vida querrá que tú sufras en tus carnes ese infierno, esa experiencia. Y los médicos jugarán contigo intentando encontrar la manera de exorcizar al demonio; te atiborrarán de barbitúricos para intentar controlar los ataques, la epilepsia; pero ya nada será como antes. Control, Ian, Ian Curtis. Y dime, ¿cuánto dura el tiempo? ¿Cuántos segundos pasan desde ese momento mágico en que los labios se unen, y los cuerpos se entrelazan, y ese instante de extrañeza en que un muro, infranqueable, separa labios y cuerpos, aleja para siempre lo que estuvo unido y ahora se muere? ¿Qué sentido tiene la salud y la enfermedad cuando aún se es joven? Alas secretas de un ángel agitándose nerviosas, sobre un escenario, en un cuerpo que se acaba desplomando. Y dime, ¿y la pregunta, Ian, cuál era la pregunta? ¿Y el vacío, Ian, qué ocurre cuando habitas el vació y, de repente, se presenta irrenunciable la respuesta? “La verdadera pregunta que aquí se plantea –escribe Boris Groys- es, sin embargo, la siguiente: ¿debemos en realidad preferir lo sano frente a lo enfermo? Sabemos bien que la salud es pasajera, mientras que las enfermedades duran. Aquel que prefiere la eternidad –o al menos el eterno retorno- a lo momentáneo se identificará mejor con la enfermedad que con la salud. Los científicos piensan en general terapéuticamente. Pero por lo general los filósofos y los artistas tienden a actuar con la convicción de que la humanidad sufrirá siempre el azote de la enfermedad. Incluso la diferencia entre enfermedad y salud es relativa: cuando el hombre, en el que se reproducen bacilos y virus, se siente mal, los bacilos y los virus se sienten fantásticamente bien; y como filósofos que queremos representar un punto de vista general, imparcial, no podemos otorgarle claramente precedencia al bienestar de ciertos seres frente al bienestar de otros seres”. Cuando se tienen 20 años, y una sensibilidad extrema, la lucha por la supervivencia se apodera de toda la vida, es la vida. Control, Ian, Ian Curtis. Alas secretas de un ángel agitándose nerviosas, sobre un escenario, en un cuerpo que se acaba desplomando: “Cuando la rutina aprieta, y las ambiciones están por los suelos, y el resentimiento cabalga fuerte, las emociones no crecen. Y al cambiar nuestros caminos, tomando carreteras diferentes. El amor, el amor nos destrozará otra vez. ¿Por qué la cama está tan fría en el lado en el que tú estás? ¿Soy yo el que no está a la altura? ¿Hemos perdido el respeto mutuo? Todavía queda algo de atracción, que hemos mantenido a lo largo de nuestras vidas. Amor. El amor nos destrozará otra vez. ¿Gritas todos mis errores cuando estás durmiendo? Tengo un sabor en la boca. Mientras la desesperación aguanta. ¿Es eso algo bueno? ¿No podrá funcionar nunca más? Cuando el amor,… el amor nos destrozará otra vez”.
viernes, 10 de abril de 2009
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