Como en el verso de Lao-Tsé: lo no existente es capaz de penetrar lo impenetrable. Y uno puede aceptar, o rebelarse, pero nada cambia en el mundo. Y uno puede intentar ser feliz, o desventurado, pero el mundo no cambia. “Mi ideal –escribió Wittgenstein- es una cierta indiferencia: un templo que cierre el paso a las pasiones sin ser afectado por ellas”. Y esto es lo que desea un alma atormentada. Y esto es lo que yo deseo ahora. Entonces, las rosas eran impenetrables, azules, recién llegadas de Ámsterdam. Ahora, camino por Barcelona, sin rosas, porque debo seguir caminando. Nos pasamos la vida perdiendo algo, ¿por qué ahora iba a ser diferente? Por el Carrer d’Elisabets voy ahuyentando sombras, las sombras de todas las perdidas, sombras de sombras. Y en la Plaça dels Àngels no encuentro ángeles; el edificio del MACBA se cruza en mi camino como un espejismo luminoso, extraño, cegando mis ojos cansados con una violencia de arañazos blancos. Cuando levanto la cabeza, y miro hacia la izquierda, a un lado del espejismo, descubro los balcones. Los balcones desnudos son las venas abiertas de una ciudad donde camino y donde busco descanso. Entonces, las rosas eran impenetrables, azules, recién llegadas de Ámsterdam. Que tinguis sort, le dije. Que tengamos suerte.
jueves, 12 de febrero de 2009
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1 comentario:
Y que la vida te de un camino muy largo. O no, que te de justo lo que tú desees.
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