Cuando cruzo el desierto, a la caída de la tarde, camino de la autopista, tengo la extraña sensación de que alguien me acompaña. Camino cuesta abajo por las avenidas de lo cotidiano, una selva inhóspita de polvo y de cemento, y esa sombra extraña se posa sobre mi hombro con un gesto travieso, acaricia mi cabeza, me despeina, y me arrastra hacia la vida con un leve empujón que atraviesa mi pecho, que inunda mis pulmones con una bocanada de aire fresco. Mi ángel de la guarda es el aire acondicionado del infierno. Cuando tomo el autobús, de vuelta a casa, puedo silbar esa canción que es para mí un secreto, pero que mi ángel se sabe de memoria. Y silbamos los dos Covenant Woman, “Mujer de la alianza”, la vieja canción de Dylan, mientras dejamos atrás las llamas, cerramos los ojos, y abrimos un libro como quien abre las alas de una mariposa. “Mujer de la alianza, entrañable jovencita, ¿quién conoce esos secretos míos que se ocultan en el mundo? Sabes que somos extraños sobre una tierra en la que estamos de paso. Siempre estaré a tu lado, también yo he sellado una alianza”. Aunque, llegados a este punto, ya nadie sabe explicarme porqué lo ordinario es extraordinario (y Stanley Cavell lo intenta); y descubro en la lectura de mi libro un hueco para un alma cansada que intuye que algo nuevo está ocurriendo. Cuando cruzo el desierto, a la caída de la tarde, camino de la autopista, tengo la extraña sensación de que alguien me acompaña. Lo que ya no tengo claro es si mi ángel, como el ángel de Wenders, sobre el cielo de Berlín, quiere dejar de ser ángel, y convertirse en humano. Entonces, le digo, tendrás que hacer el camino tú solo; y no te será nada fácil. Podrás conocer el color de tu sangre, los colores sobre el muro de Berlín, o sobre el muro de Madrid, el sabor del café negro; pero estarás condenado a la dulce condena que todos los humanos arrastramos. Te enamorarás de una mujer hermosa, pero también conocerás el fracaso. Podrás contemplar cómo tu trapecista vuela, pero un día volará lejos, y te dejará solo. Y mi ángel, entonces, se queda pensativo. En el mejor de los casos, le digo, tendrás que acostumbrarte a la lectura, a la escritura, y a la visión de las cosas que cambian, a todo lo ordinario extraordinario. Y tendrás que acostumbrarte a que las cosas, a veces, nos extrañan. Te encontrarás de nuevo ante un cruce de caminos, confuso, perdido, en tierra de nadie, o en ninguna parte. Te apropiarás de una lengua o de una tradición cultural o teórica y esto te llevará a esa relación que entraña un momento de extrañeza o de pérdida, de impersonalidad, de autoanulación, de crisis, de exilio, de nacimiento y de vuelta al mundo. Alguien te alcanzará, en algún momento, un libro de filosofía, Wittgenstein de Kenny, por ejemplo, y podrás leer la famosa carta que Wittgenstein le envió en su día a su amigo Malcolm: “¿De qué sirve estudiar filosofía si lo único para lo que le capacita es para hablar con cierta plausibilidad acerca de algunas abstrusas cuestiones de lógica, etc., y no perfecciona su pensamiento acerca de las cuestiones importantes de la vida diaria?” Aunque siempre podrás pedirle ayuda a tu ángel, le digo, siempre podrás atravesar el desierto cegado por su empuje, cogido de su mano. Y siempre podrás silbar esa canción secreta, Covenant Woman, “Mujer de la alianza”, que ahora, tú y yo, estamos silbando; siempre podrás comenzar de nuevo. “Estaba roto, destrozado como una copa vacía. Sólo espero que el Señor me reconstruya y me colme. Y sé que lo hará porque Él es leal y cumple. Debe de haberme amado mucho para enviarme a alguien como tú. Y sólo te diré que es mi intención estar más cerca que cualquier amigo. Sólo tengo que darte las gracias, una vez más, por hacer que tus plegarias lleguen a los cielos por mí. Y a ti, muy agradecido, siempre te estaré”. Cuando cruzo el desierto, a la caída de la tarde, camino de la autopista, tengo la extraña sensación de que alguien me acompaña.
lunes, 11 de agosto de 2008
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6 comentarios:
prosa divina...se escucha a un ángel susurrar en el desierto.
Sobre la arena del desierto, caminan ahora varios ángeles. Todos ellos se hacen visibles en el momento oportuno. Como tú, querído/a anónimo. El desierto es ahora un lugar mucho más habitable.
lo que escribes es demasiado denso
david, siempre he pensado que quien agrede -e inclusive, falta a la verdad- no tiene herramientas suficientes para defender su postura. Y en esa posición te colocás, con tu comentario tan minimalista como desacertado. Desconozco tu obra, aunque sería oportuno que nos dejaras tu dirección, para poder apreciarla en profundidad.
Cada post de Enrique Bustamante, se defiende solo y se define por su vuelo, profundidad, valor estético, y por encima de todos los elogios, una sensibilidad exquisita. La sensibilidad es un don que sólo es otorgado a muy pocos, y Enrique es uno de esos elegidos.
Lo dicho es desde el afecto de amiga, la admiración y el respeto hacia la obra, aún a sabiendas de que yo carezco de la preparación intelectual y artística del autor.
David, en primer lugar bienvenido a Cruce de Caminos. No sé si "demasiado denso" es un elogio o una crítica, pero bienvenido sea. No tengo ni idea si lo que escribo es "demasiado denso", aparte de que no logro, ahora mismo, imaginar muy bien qué significa, en relación a la escritura, "demasiado denso". ¿Puede ser la vida "demasiado densa"? ¿Puede ser el miedo "demasiado denso"? ¿Puede ser el placer, o la esperanza, "demasiado denso"? En Física, "densidad" es una magnitud referida a la cantidad de masa contenida en un determinado volumen y puede utilizarse en términos relativos o absolutos. Aplicado a la escritura, que alguien me eche una mano y me ayude a entender qué significa, en relación a las palabras, "demasiado denso". Justo ahora que intento ser breve y transparente, no esperaba que alguien lo observara de esta manera. Pero, lo dicho al principio. Si a ti te parece "demasiado denso" a mí me parece estupendo. Yo sé perfectamente para qué o para quién escribo, y nunca me han preocupado ni los elogios ni las críticas. Lo mío es más bien una cuestión de supervivencia. Así que, lo dicho al principio: bienvenido a este cruce de caminos. Ahora tú eliges el tuyo y a mí me parece perfecto. Un saludo.
Secretaria: eres divina. Contigo la "densidad" es un juego de niños. Un beso.
Me gusta la estrecha relación que guardas con tu ángel. Parece que lo estás educando para que la realidad no le desengañe: eso que también es la realidad que puede ser una marina en brumas. A algunos les extrañó que Wittgenstein se despidiera contento por haber vivido una vida plena... ¿Qué te han parecido sus observaciones sobre los colores?
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