Imagino ciudades con la ayuda de palabras. “¿Y con cuántas casas o calles comienza una ciudad a ser ciudad?”, se pregunta Wittgenstein en el parágrafo 18 de las Investigaciones Filosóficas. Y añade: “Nuestro lenguaje puede verse como una vieja ciudad: una maraña de callejas y plazas, de viejas y nuevas casas con anexos de diversos periodos; y esto rodeado de un conjunto de barrios nuevos con calles rectas y rectangulares y con casas uniformes”. Mientras pienso en la cita de Wittgenstein, a la salida de una cafetería, me encuentro con una mujer con la que no conversaba desde hace aproximadamente veinticinco años. Ahora, todo cuanto me sucede es extraño; pero encontrarme con una mujer con la que no conversaba desde hacía tanto tiempo resulta muy extraño. En apenas unos minutos, nos contamos nuestras vidas. Ella me habla de sus dificultades emocionales, de sus problemas, y de sus ojos caen, impacientes, pequeñas estrellas que se deshacen en sus mejillas, signos tristes como destellos luminosos que describen un enigma. Yo le ofrezco consuelo y le doy un consejo: juegues al juego que juegues –le digo-, marca tú las reglas; ya sabes: know your rights: reclama tus derechos. Ella me escribe en un papel unas letras que me ayudan a imaginar la ciudad en la que vive: Allard Gardens; Park Hill; London. Y a esta parte de la historia la sellamos con el nombre de “Esperanza”, convencidos de que todo, absolutamente todo, tiene remedio. The future is unwritten –le repito-; el futuro no está escrito; el futuro es impredecible. Y después le cuento yo mi propia historia. Le cuento que yo me encuentro ahora atravesando los Apalaches; Terranova y Labrador, hasta Alabama. Que yo me encuentro ahora haciendo arqueología musical tras la pista de las canciones de los viejos hillbilly: convictos, granjeros y cowboys. Ya sabes –le digo-, experiencias básicas: fe, amor y actos de violencia; poesía y verdad en estado puro; Woody Guthrie, Leadbelly y Pete Seeger. Y que luego pasaré un tiempo en Concord, cerca de Boston, estudiando a Emerson y a Thoreau, a Nathaniel Hawthorne, a Bronson Alcott y a Walt Whitman. Que haré un pequeño alto en Nashville, Tennessee. Y que después, inexcusablemente, viajaré hacia el sur, al límite, a la frontera, hasta llegar al Río de la Plata, a la ciudad que me espera, porque tengo que cumplir una promesa. Que ahora –le digo-, ya estoy en esa ciudad de alguna manera, con la ayuda de las palabras. Que estoy en esa ciudad en 1.536 (Misteriosa Buenos Aires; Manuel Mújica Láinez) mientras Don Pedro de Mendoza, Primer Adelantado del Río de la Plata, se retuerce enfermo como un endemoniado, las hogueras de los indios chisporrotean día y noche, la luna macilenta hace palidecer las chozas, y los soldados españoles se devoran unos a otros, enloquecidos, muertos de hambre. Que el tiempo pasa –le digo-, en la aventura de las palabras, con una lentitud exasperante. Pero que pronto, muy pronto, estaré en esa ciudad en la fecha prevista cargado con mi equipaje de signos, de ciudades y palabras; con mi ángel invisible de increíble fortuna; con mi anhelo invencible de violenta ternura; con las canciones hillbilly que llevaré conmigo desde los Apalaches; con las canciones de amor que me darán la clave, la llave de los sueños, y que cantaré al oído de la mujer que lo merece.
domingo, 31 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Sin duda el viaje también es el camino, disfrútalo y que la travesía te sea propicia.
Gracias, Carmen, ya te contaré, cuando sea el momento, el enigma del viaje. Ahora, disfruto de las vísperas, que también forman parte del viaje. Me alegro de que andes ahí, de no perder tu pista. Ya te contaré. Un beso.
Tengo lagrimas en los ojos. Me has emocionado..
Pues limpia esas lágrimas y recuerda: el futuro no está escrito, el futuro es impredecible, todo, absolutamente todo, tiene remedio. Un beso.
Reencontrarme contigo me ha inspirado. Proxima parada Esperanza. A veces pienso que quizas es la des-esperanza la unica condicion para una felicidad autentica, algo asi como el desapego budista xx
esperanzaxx
Sí, pero la filosofía oriental hay que tomarla en la dosis justa. Lo del desapego está bien en determinados momentos, pero no te olvides que nosotros habitamos "esta tierra".
Hay un aforismo hindu que dice" el desesperado es feliz...Pues la esperanza es el mayor dolor. y la desesperanza la mayor beatitud"
Publicar un comentario